Aunque aparezca en los repertorios bibliográficos de la lírica provenzal, Ab lo cor trist es un planh catalán, atribuible a una poetisa anónima. La composición puede fecharse en la segunda mitad del siglo XIV, pero la presencia, en el v. 28, de una cesura italiana, que cayó en desuso a principios del siglo XIV, podría adelantar la fecha de composición. La autora demuestra que ha asimilado bien, como suele ocurrir con los poetas catalanes, la experiencia trovadoresca, repitiendo, eso sí, temas y rasgos estilísticos tradicionales, pero reelaborándolos y, en cierto sentido, “personalizándolos”.
En esta composición se encuentran todos los motivos tópicos del lamento fúnebre, aunque para algunos de ellos se introducen hábilmente ciertas variaciones. En la primera cobla (estrofa) la mujer expone el motivo de su angustiada desolación, a saber, la muerte de su amado: la misma gestualidad vinculada a la desesperación, que aparece en el v. 2 (plorant mos uls e rompent mos cabeyls), es tópica del lamento fúnebre. Particularmente, el acto de arrancarse el pelo, un gesto predominantemente femenino, es una manifestación habitual de dolor. La autocompasión, expresada a través de exclamaciones como ¡Las! o ¡Caitiu!, que desvían la atención del difunto hacia quien lo llora, también es muy frecuente en los planhs, tanto en los dedicados a la muerte de un soberano como en los dedicados a un ser querido. En los de este último tipo se añade un elemento más, a saber, el firme propósito de abandonar el Amor, que se expresa en el v. 3 de Ab lo cor trist mediante la declaración comiat pendray.
La segunda cobla está dedicada a la descripción del comportamiento que asumirá la mujer, a su captaniment desesperat, a su duelo, casi ostentoso, podría decirse, para hacer desistir a los nuevos pretendientes.
La tercera cobla, que es difícil de interpretar a causa de los errores de transmisión en los manuscritos, acoge la invocación a la muerte, antes maldita y despreciada (mort cruell), ahora anhelada para poner fin al amor que atormenta.
La cuarta cobla parece ir más allá de la retórica de los planhs para dar voz a la subjetividad de la mujer y a sus recuerdos: en este sentido, lo que destaca no es tanto la envidia por la felicidad ajena, sino el recuerdo del amado. Su vestimenta y su aspecto cuidado: anant me·l cor en lo gint aresar / e al gai vestir d’acell.
La quinta cobla propone el tema del abandono del Amor y la imposibilidad de encontrar otro hombre a la altura del difunto: la poetisa limita la laudatio funebris, elemento esencial de los dolientes, sólo a los versos 30-38. Los autores de los planhs casi siempre subrayan la pérdida que representa para toda la comunidad de una persona con excelentes cualidades. En nuestro caso, aunque el léxico elegido es completamente convencional (valor, onor, franqueza, ardor), la desesperación por la pérdida de un hombre tan valioso parece repercutir sólo en la poetisa, quien en realidad justifica su renuncia al Amor precisamente por la imposibilidad de encontrar otro pretendiente a la altura de su amado.
El triste deseo de muerte, deseado en la tercera cobla, da paso finalmente a la resignación ante la imposibilidad de poner fin a la propia vida, y es con esta resignación con la que finaliza la composición, con la mujer describiéndose como ya muerta. De hecho, dice, dirigiéndose a su amado a través de la senyal-invocació Mon dolç amich: “Mi dulce amigo, aunque nadie venga a enterrarme, ya estoy completamente muerta”.